Érase una vez un despertador verde con todo el tiempo del mundo.
Dentro, marcaban las horas dos silenciosas agujas. Una era larga, la otra más chica.
Tac, marcaba un segundo
Clic, marcaba un minuto
Cloc, marcaba la hora
Tic, tac, clic, cloc
Tic, tac, clic, cloc
Tanto sueño tenía la luna que alumbrar ya no podía.
Estaba la noche agitada de ver que el reloj seguía, que el sol llamaba a la puerta y la luna se marchaba sin desearle buenos días.
Tic, marcaba un segundo
Tac, marcaba un segundo
Clic, marcaba un minuto
Cloc, marcaba la hora
Seguía el despertador marcando ajeno a la noche y el día. Las horas iban pasando sin importarle el qué dirían.
Tic, tac, clic, cloc
Las nubes marchaban despacio por que el viento no veía que la hora iba llegando, que se acercaba el día.
Tic, marcaba un segundo
Tac, marcaba un segundo
Clic, marcaba un minuto
Cloc, marcaba la hora
Tic, tac, clic, cloc
Tic, tac, clic, cloc
El tiempo iba pasando de la nada a la barriga que el despertador mostraba lleno de horas sin días.
Tic, marcaba un segundo
Tac, marcaba un segundo
Clic, marcaba un minuto
Cloc, marcaba la hora
El día llegaba tranquilo y la noche en el tiempo se perdía, cuando el despertador verde lleno de horas minutos, segundos, comenzó a pedir auxilio emitiendo unos sonidos que estallaban los oídos.
Riiiiiiiiiing, Riiiiiiiiing, Riiiiiiiiiing.
Reclamaba sin cesar algo que todos sabían.
Que el tiempo es un invento, que no hay horas, que no hay días, solamente un despertador verde con un grano en la barriga




